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Insights supply shortages food fraud

Fraude alimentario: Visión general

El fraude alimentario siempre ha formado parte de la vida; desde que el primer molinero comenzó a añadir polvo, guijarros y paja a la harina de trigo.

Lo que nos diferencia ahora es que vivimos en un mundo en el que la demanda va en aumento por delante de la capacidad de producción y las cadenas de suministro se han vuelto más largas y complicadas. Gestionar esta vulnerabilidad significa que existe un riesgo inevitable de fraude alimentario.

¿Qué es el fraude alimentario?

La Comisión Europea define el fraude alimentario como «cualquier sospecha de acción intencionada por parte de empresas o personas para engañar a los compradores y obtener una ventaja indebida de ello, infringiendo las normas mencionadas en el artículo 1(2) del Reglamento (UE) 2017/625 (la legislación relativa a la cadena agroalimentaria)».

Tres aspectos definen el fraude alimentario:

  • Intención: El fraude requiere una intención concertada y planificada de representar los productos como algo que no son.
  • Motivación comercial: Lo que hacen los estafadores es entregar bienes de calidad inferior como si fueran auténticos y cobrar íntegramente el valor de mercado.
  • Legalidad: El fraude alimentario se comete conociendo perfectamente que es ilegal por un buen motivo.

En el peor de los casos, el fraude alimentario puede causar enfermedades graves e incluso la muerte. Un ejemplo reciente se dio en 2008, cuando un productor de lácteos chino adulteró la leche en polvo con melamina para cubrir el hecho de que habían estado diluyendo la leche con agua. La melamina tiene un alto contenido en proteínas, lo que les permitió superar las pruebas y controles. La melamina también puede causar daño renal en humanos. 300 000 bebés enfermaron en China. Seis murieron.

Desde una perspectiva empresarial, el fraude alimentario puede ser perjudicial, tanto directamente como en términos de daños a la reputación.  En 2020, la Guardia Civil de España desmontó una red de fraude de whisky. Se incautaron de 300 000 botellas de whisky, que eran en su totalidad importaciones falsificadas. Esa estafa se valoró en más de 1 millón de dólares. Se calculó que el daño a la parte afectada ascendía a casi 5 millones de dólares. Estamos hablando de cifras importantes.

Otra área de preocupación es el carácter insostenible del fraude alimentario. Muchos de nosotros tomamos la decisión consciente de comprar de forma ética y responsable. Por ejemplo, podemos optar por comprar marisco que se faena de forma sostenible. Por lo tanto, resulta decepcionante enterarse de que en marzo de este año las aduanas chinas arrestaron a 18 personas acusadas de contrabando de marisco congelado por un valor de 390 millones de dólares. Es casi seguro que ese marisco se faenó en zonas donde resulta ilegal o por encima de cuotas, por lo que el impacto ambiental y en la sostenibilidad no debería subestimarse.

Escasez en la cadena de suministro

La escasez de la cadena de suministro está relacionada con riesgos más significativos de fraude alimentario. Vivimos en un mundo en el que las cadenas de suministro se han vuelto más largas y mucho más complicadas. Esto permite a individuos que actúan de mala fe explotar los beneficios potenciales. Por lo tanto, se trata de analizar el riesgo del lado de la oferta. Por regla general, los proveedores de Nivel 1 pueden clasificarse como de bajo riesgo; se espera que tengan un enfoque sólido con respecto a la seguridad alimentaria y la gestión del riesgo. Sin embargo, los riesgos aumentan a medida que pasamos a los proveedores de Nivel 2 y Nivel 3; porque no tienen una relación directa con usted, ni usted con ellos.  Esto crea una distancia que conlleva una disminución de la visibilidad y un problema a la hora de ver claramente todos los riesgos potenciales. Y, sobre todo cuando se exprime la cadena de suministro, esto inevitablemente incrementa el riesgo de fraude alimentario.

La escasez de la cadena de suministro tiene muchas consecuencias, entre ellas una muy evidente: no poder obtener los ingredientes que se necesitan en el momento en que se necesitan o recibirlos en la cantidad solicitada, lo que conlleva un aumento significativo de los costes. Esta alteración del lado de la oferta puede llevarle a reformular su(s) producto(s). Sin embargo, no está llevando a cabo un cambio que tenga un resultado positivo para compensar el riesgo comercial potencial. Por ejemplo, al reformular para abordar los problemas de suministro, probablemente no querrá cambiar las cantidades de grasa, azúcar, sal o calorías. Se le está impulsando a realizar un cambio que podría afectar al sabor, la sensación en la boca o la vida útil simplemente porque no tiene la garantía de recibir ese suministro.

En pocas palabras, todo el mundo se ve afectado por las implicaciones del fraude alimentario. Podría pensarse que hay una solución sencilla, someter a prueba todo lo que entra en sus procesos. Sin embargo, esto simplemente no es factible e introduciría un nivel inimaginable de complejidad, demora y coste.

Por lo tanto, el enfoque más realista para hacer frente a estos retos sería que las empresas empezaran a analizar sus perfiles de riesgo, adoptando una visión más amplia e integral de su entorno de gestión del riesgo. El énfasis debe recaer en los proveedores, cambiando primero de coste a enfoque. En segundo lugar, las relaciones y la necesidad de comprender no solo lo que suministran, sino también las limitaciones y los desafíos que les afectan, significaría que podemos profundizar en la identificación de posibles preocupaciones.

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